INSERCIÓN INTERNACIONAL: CLAVE PARA EL DESARROLLO Y LA LUCHA CONTRA LA POBREZA EN ARGENTINA Y AMÉRCIA LATINA.


En la etapa de relanzamiento de la política económica y social del Gobierno Nacional, debido a los problemas generados por los cambios en el orden internacional y el atraso en el cumplimiento de las metas del gradualismo, varias veces se ha planteado que se anunciaría una política de promoción de exportaciones y de inserción internacional, ubicados en el tercer trimestre de 2018.
Este es un aspecto central de la política económica que debe afrontar Argentina, más allá de un gobierno en particular. La etapa iniciada en diciembre de 2015, lleva a un cambio estructural en la estrategia referida a las grandes variables: es necesario una reconversión de variables macroeconómicas que lleven la dinámica del crecimiento y la distribución del ingreso del consumo a la inversión y las exportaciones. Nos referiremos en especial a la reconversión de las exportaciones, tema relacionado directamente con definir una estrategia de inserción internacional ante un mundo interdependiente, al margen de lo que en este momento ocurra con el proceso globalizador. El mundo se ha transformado en un gran taller y las ventajas comparativas y competitivas se han trasladado de la tierra y los bienes de capital al conocimiento y la inventiva, lo que potencia al capital humano como centro de esta transformación.
Debe tomarse clara conciencia de lo que ello implica, tanto desde el punto de vista del movimiento de bienes y servicios como de las relaciones internacionales.
En este sentido, entre la realidad heredada en diciembre de 2015, se encuentra un claro deterioro de la balanza comercial y un aislamiento latinoamericano y mundial.
En el ejercicio 2000, antes de la última gran crisis 2001/2002, nuestro país exportaba u$s26.341 millones e importaba u$s25.280 con un saldo de balanza comercial favorable de u$s1.060 millones. Luego de la crisis 2001/2002 y con la aparición del fenómeno de la soja y la incorporación de China al comercio mundial, en el ejercicio 2011 Argentina exportó u$s83.011 millones, importó u$s73.960 y obtuvo un saldo favorable de la balanza comercial de u$s9.140 millones. A fines de 2015, tiempo de la transferencia al nuevo gobierno, la situación cambió drásticamente: exportamos u$s56.784 millones e importamos u$s60.203 con un déficit de balanza comercial del orden de los u$s3.419.
Estos valores implicaron una caída del intercambio del orden del 31% en exportaciones y del 20% en compras externas desapareciendo, junto al elevado déficit fiscal, el llamado “superávit gemelo”. 
Las causas explicativas se centran en perder el autoabastecimiento energético y comenzar a importar energía y combustibles; intervenir en el mercado agrícola-ganadero deteriorando las ventas de trigo, maíz y carnes como perdiendo el mercado de lácteos. Paralelamente, aislarse del mundo, inclusive avanzando en conflictos y restricciones con el principal mercado del Mercosur como es Brasil y, paralelamente, exportando commodities a China e importando de este mercado, con saldo negativo, bienes industriales. Paralelamente, las restricciones unilaterales a las importaciones de todo origen llevó a nuestro país a enfrentar múltiples juicios ante la Organización Mundial de Comercio (OMC), donde sufrió sanciones que debió levantar en Diciembre de 2015. 
Como un indicador relevante de esta evolución que marca el deterioro sistemático de la inserción internacional de nuestro país, cabe tomar en cuenta que la República de Chile, de un potencial mucho menor y con la necesidad de realizar un esfuerzo productivo importante, ha exportado en 2017 u$s69.200 millones e importó u$s65.300 millones, superando a nuestro país en negocios internacionales.  
Así es como ingresó al comercio internacional la nueva administración en Diciembre de 2015, la cual cerró el ejercicio 2017 con u$s58.334 de ventas externas y u$s66.899 de importaciones alcanzando un déficit comercial del orden de los u$s8.515. Pensando en recuperarse en el ejercicio 2018 en negocios internacionales, la importante sequía y la crisis de Brasil tienden a definir un nuevo ejercicio negativo y con claros interrogantes para nuestro país. Sobre todo, debido a que la volatilidad del mercado cambiario y monetario y el aumento de la inflación que mueve los costos, se hicieron presentes en los meses de Abril a Junio del presente ejercicio, impidiendo todo cálculo económico necesario para afrontar los compromisos externos por parte de las empresas.
El tipo de cambio, al subir más que la inflación en el corto plazo y estando aun en curso las paritarias en cuanto al costo de la mano de obra, permite un incentivo a mejorar la competitividad externa en el corto plazo,  sobre todo en bienes industriales, pero, la decisión de tomar compromisos externos requiere de una expectativa más estable que está en construcción y que se definirá más claramente en el nuevo presupuesto 2019, y siempre que se logre un consenso político amplio que genere confianza y marque una estabilidad en las expectativas. Esta situación más estable se definirá más claramente en el último trimestre de 2018, por lo cual será necesario ubicarse en un 2019 con mejor clima para las commodities y una perspectiva más estable en cuanto a competitividad en bienes industriales.
Por consiguiente, no es posible esperar una respuesta en materia de comercio internacional en el corto plazo, es decir durante 2018: sequía en lo agrícola y falta de competitividad en lo industrial. Los negocios internacionales requieren, por su naturaleza, una política macroeconómica estable en lo monetario, fiscal, cambiario e inflacionario, es decir reglas de juego estables, para un posicionamiento comercial externo complejo y competitivo.
En este marco no muy alentador, el Gobierno Nacional está realizando esfuerzos para ordenar la macroeconomía, tema en curso y diferido respecto a lo planeado, como también ejecutando amplios contactos con variados destinos de las exportaciones, a fin de restablecer la presencia argentina en mercados donde quedamos muy alejados por la política de aislamiento de la anterior gestión.
Se considera que esas iniciativas están bien orientadas, en general, a fin de romper el aislamiento, pero, descuidan la estrategia más cercana del Mercosur y de América Latina. Los mercados de extrazona (Resto del Mundo respecto a América Latina) no cuentan con la cercanía y preferencias arancelarias como ofrecen el Mercosur, el Acuerdo Mercosur-Chile y el Acuerdo Mercosur-Comunidad Andina de Naciones, sobre todo para bienes con valor agregado que permiten obtener puestos de trabajo de mayor calidad mejor remunerados, clave para superar la pobreza en forma genuina, es decir generando trabajo digno, que suplante al clientelismo y a los subsidios.
Esta última sugerencia está basada en que América Latina importa desde extrazona el 85% de sus compras externas de todo tipo de productos que pueden ser abastecidos por oferta regional.  Estamos hablando del orden de los 700.00 millones de dólares anuales. La importación intrazona no supera el 15% del total de importaciones. Es una medida de otro desafío estratégico: el fracaso, hasta ahora, de la integración latinoamericana.
Por lo tanto, debe tomarse como estrategia central la profundización del intercambio con América Latina, como centro para la generación de una oferta productiva segmentada tecnológicamente que contenga una demanda de trabajo acorde a los distintos niveles educativos vigentes en nuestro país.  Pero, esta estrategia no debe ser solitaria por parte de Argentina, sino en bloque a partir de los mercados ampliados generados por los acuerdos comerciales antes referidos. La importación que América Latina realiza desde extrazona es muy elevada y de todo tipo de productos con origen en los mercados más desarrollados. Por consiguiente, debe llevarse a cabo una sustitución de importaciones con origen en extrazona, pero no desde mercados nacionales, sino desde los mercados ampliados que definen los acuerdos de integración regionales. De esa forma se establecería una oferta productiva regional, no nacional aislada, basada en una oferta productiva interdependiente, por parte de los socios, que requerirá acuerdos de complementación industrial según las ventajas comparativas y competitivas de cada uno de los socios.
Posiblemente este enfoque constituye el desafío central para América Latina y Argentina si se desea superar el aislamiento por medio de ir al mundo en base a bloques regionales competitivos, que aumenten el comercio intrazona con estrategias industriales y productivas segmentadas por grupos de productos, compatibles con los niveles educativos existentes, que otorguen tiempo para permitir la adecuación del capital humano y la reducción de la pobreza en base a empleo digno. Caso contrario, si no se tiene en cuenta este enfoque segmentado y adecuado a los niveles de pobreza y educación, no habrá tiempo para América Latina y Argentina: LA POBREZA SE TRANSFORMARÁ EN ESTRUCTURAL y de muy difícil solución. LA INJUSTICIA DISTRIBUTIVA se habrá consolidado y, además, quedaremos como el subcontinente más desigual del planeta.
Por lo anterior, la estrategia de inserción internacional que se defina para Argentina y América Latina es clave y central, y no se reduce a un mero plan de aumento de exportaciones.

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