CUATRO PILARES PARA UNA ECONOMIA CON JUSTICIA DISTRIBUTIVA
Si una sociedad desea
organizarse para
llevar adelante un proceso de organización económica que lleve a resultados
justos y equitativos, debe establecer una política económica y social
consensuada, fruto de un acuerdo social amplio que le otorgue sostenibilidad en
el tiempo.
La política económica y
social debe basarse, prioritariamente, en cuatro pilares: Política económica de largo plazo (monetaria, fiscal, cambiaría e inflacionaria); estrategia de inserción internacional que lleve a un grado
aceptable de competencia interior; asignación de recursos (privados y públicos)
en función de prioridades sociales y, finalmente, una lucha frontal contra la
pobreza.
Estos cuatro pilares
deben ejecutarse en
un marco de transparencia (no a la corrupción pública y privada) y de
participación ciudadana.
La política económica
de largo plazo debe
tener como objetivo lograr un orden macroeconómico estable que permite el
cálculo económico a los sujetos que invierten y consumen (empresas y familias)
y establece finanzas públicas sustentables, en una coordinación público-privada
para el bien común. Este orden macroeconómico debe facilitar el movimiento de
capitales interno e internacional y
concluir en una baja inflación. De esta forma, será posible sentar las bases
para la justicia distributiva sustentable que lleve no solamente a una política
de ingresos de largo plazo, sino inclusive, a una política de redistribución de
ingresos. Los avances exitistas de corto plazo serán no sustentables, como lo
demuestra la realidad argentina de las últimas décadas.
La estrategia de
inserción internacional es, posiblemente, una de las decisiones estratégicas más importantes que
debe decidir toda sociedad. Ello es así debido a que, como consecuencia de esta
decisión estratégica, en la organización de la producción se discrimina entre
lo que se producirá domésticamente, internamente, y lo que se importará. Como consecuencia importante para la política
económica de largo plazo, esta decisión contribuirá a establecer el grado de
competencia interior en el sistema económico, como una simbiosis entre la ley
de defensa de la competencia y del consumidor interna y la apertura al
mundo. Sin competencia no habrá
eficiencia en la asignación de los recursos y re inversión y, fundamentalmente,
será muy dificultoso sostener una política de distribución del ingreso y, menos
aún, de redistribución del ingreso.
La asignación de
recursos en función de prioridades sociales debe manifestarse en un Plan Estratégico de Largo
Plazo y en presupuestos públicos plurianuales. Todo esto presupone un amplio
consenso político y social alrededor de los grandes temas que interpelan a la
sociedad. Sin estrategias de largo plazo, la sociedad no sabe hacia dónde se
dirige y, por lo tanto, se concluye en una dilapidación de recursos. Si nuestra
sociedad se caracteriza por el hecho de que el gasto público consolidado
(nacional más provincias más municipios) absorbe entre el 45/50% del PBI, y a
ello le agregamos el fuerte intervencionismo estatal que condiciona el resto de
la sociedad con una elevada presión fiscal, entonces, la falta de crecimiento
económico y desarrollo social provienen de una dilapidación de recursos, que no
siguen a prioridades sociales y a la eficiencia en la asignación de los
recursos. Sin hablar del tamaño del
sector público, tomemos en cuenta el gasto en exceso de personal a todos los
niveles y la falta de planes estratégicos que diluciden entre alternativas de
asignación óptima de inversiones y gastos. Paralelamente, la volatilidad de la
política económica atenta contra la permanencia y crecimiento de los
empresarios privados.
La lucha frontal contra
la pobreza, entonces,
se encuentra con una cruda realidad: Si nuestra sociedad no tiene definida una
política económica de largo plazo, su estrategia de inserción internacional
impide un grado aceptable de competencia interior y se lleva adelante una
dilapidación de recursos, tanto a nivel del sector público como privado, luego,
la consecuencia clara es LA POBREZA.
Así es que nos encontramos con un 30/35% de conciudadanos argentinos en
situación de pobreza.
Por ello es clave que
nuestra sociedad tome conciencia de la importancia de los cuatro pilares
prioritarios para lograr una organización económica y social justa y
equitativa.
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